viernes, 17 de mayo de 2013

S/T II: sobre homosexualidad masculina


Inauguración en Elsi del Río. Del 19 de octubre al 23 de diciembre 2005

S/T  II 
Sobre homosexualidad masculina

                                                                                 
Cascabeles secretos
pulsan el ritmo de la sangre
desbordando la mesura
y los mandatos.


Las cuestiones de género y de identidad sexual no parecen ser hoy tan relevantes como lo eran hace unos años.  Los que nos hemos acercado al tema con alguna libertad, comprendemos que limitar la personalidad y psiquis de un individuo a su sexualidad es acotar el sentido existencial de ese individuo.

Un hombre es un hombre, cualquiera sea su definición sexual, su religión o su opinión política.  Podemos decir que es un hombre bueno, malo o indiferente, inteligente, mediocre o tonto, agradable o antipático, emprendedor o abúlico, de acuerdo a la manera como se comporta con y hacia los demás, como piensa, de qué manera ha desarrollado su intelecto y su sensibilidad,  de acuerdo al tipo de energía que despliega y a una estructura psicóloga heredada y adquirida a lo largo de su vida, haya sido esta corta o larga.  Lo que no podemos decir, lo que no podemos escribir, ni deberíamos pensar, es que es bueno si es heterosexual y malo si es homosexual.

Los que se oponen a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo abogan por las relaciones heterosexuales como “naturales”, y definen la homosexualidad como un estado anormal o patológico del cual hay que curar a los hombres.  Tanto la aparente normalidad, basada en la posibilidad de procreación y en una división genérica de los roles políticos y sociales, como el diagnóstico de la homosexualidad como anormalidad, son apreciaciones superficiales que no tienen en cuenta la  historia del hombre, ni los ejemplos de relaciones homo y hetero en el mundo contemporáneo.

Si las vocaciones sexuales y otras se construyen psicológicamente a partir de situaciones vividas, qué puede ser más natural que el sistema psicológico y neurológico de un individuo responda a estos estímulos, que responda a la vida heredada y vivida dentro de un contexto determinado.  Una vez que cada individuo reconoce en sí mismo sus inclinaciones tanto sexuales, como políticas, como vocacionales, debe elegir una manera de vivir y de convivir en la que siente que se reconoce a sí mismo y se respeta, a la vez que reconoce a los demás y los respeta.  

Hemos elegido seis artistas argentinos para representar distintos espectros de la creatividad contemporánea teniendo en cuenta el contexto de la muestra..  Cada uno de ellos trabaja desde sus necesidades y desde una visión del mundo amplia y lúcida, formulando preguntas y respuestas sobre la vida que vive y el mundo que habita a través de su propio proceso creativo.

Arturo Aguiar, 1963, San Juan, provincia de San Juan,  analiza con la cámara su experiencia visual del mundo y las relaciones humanas desde su formación de físico y desde sus conocimientos de las matemáticas. En cada uno de sus retratos juega con la luz y con la sombra logrando un clima que refiere a la personalidad del retratado y a sus relaciones con los demás y con los objetos que lo rodean.  En una larga conversación que tuvimos sobre como parecen diluirse hoy las definiciones sexuales excluyentes, Aguiar analizó las distintas opciones desde las matemáticas:  “En la matemática la modernidad comenzó con el sistema de René Descartes que concibe el espacio como el conjunto de puntos generados por el producto de las dimensiones que lo forman. Cada una de las dimensiones que forman un espacio son independientes de las demás, e irreducibles.  Sin embargo,  es posible generar subespacios que combinan estas dimensiones y crean una nueva espacialidad.  Quizás esta descripción sirva como metáfora de las nuevas dimensiones y definiciones de la sexualidad. Su abrupta disección en categorías irreducibles y separadas se muestra falsa”

José Luis Anzizar, 1962, Buenos Aires, ha trabajado en series sobre papel o sobre tela con elementos diversos.  Con avidez estética y psicológica rescata información que después traduce irónicamente en técnicas no tradicionales, que en  muchos casos se instalan dentro del dominio de la vida doméstica. Estos comentarios estéticos supeditan el mensaje dramático a su gusto por la materia y por una manera poética de trabajarla.  En esta muestra nos recuerda elípticamente en una instalación de pared, con humor y galantería,  las condiciones sociales, políticas y económicas de seres en transición en una Argentina en crisis. Su sentido del humor arropa sugestivamente la angustia y el drama que han vivido y viven tantos argentinos buscando un lugar ajeno en el cual instalarse para reparar las carencias vitales de su tierra natal.


Sergio Avello, 1964, Mar del Plata,  se ha convertido, sotto voce, en uno de los artistas mas apreciados por los amantes y conocedores del arte contemporáneo. Sus obras de suave estructura constructiva minimalista, grandes o pequeñas, son poemas estéticos casi transparentes, en las que el color o su ausencia deleitan al espectador. Otras obras toman datos de la realidad política y/o social que el artista procesa irónicamente hasta lograr una obra sugerente, nunca declamatoria.   Sus trabajos son siempre románticos y sensuales, y el mismo es un artista romántico, que retacea su presencia  escondiéndose en otras tareas, o quién sabe dónde,  lejos de la atención que le reclaman los observadores de su trabajo y sus admiradores.


La obra de Carlos Oñatibia, 1970, Tres Arroyos, es quizá en esta muestra la que enfoca más directamente el sufrimiento particular del individuo que se reconoce aislado afectivamente, a pesar de pertenecer a un grupo familiar y social determinado. Sus imágenes nos llevan a ese lugar en el que los demás no nos pueden acompañar porque la experiencia es única e intransferible.  Reflexivo, austero, creativo, discreto, nos muestra un maniquí en el lugar que debería ocupar el hijo que no tuvo.  La búsqueda de ese hijo imaginario en las vidrieras mirándolo a los ojos, averiguar su precio, llevarlo a su casa desnudo, tomarle las medidas para comprarle ropa, abrigarlo, hace al ritual que establece, o reemplaza, su opción actual para dar curso a su vocación de padre y a su propia necesidad de afecto y de ternura.  Este acercamiento visual, en reemplazo de lo que no es, lo remite a los juegos de la infancia, entonces secretos, -recreados en la serie “Mi vida en rosa”, que mostró en Elsi del Río en 2004- en los que daba rienda suelta a su imaginación y a su necesidad de ir construyendo un mundo propio, por aleatorio que pareciese. 

Angel Pini, 1934,  Buenos Aires,  refiere su vocación de artista a una  caja de pinturas al óleo que le regalo uno de sus abuelos siendo muy pequeño.  Vocación que retomó ya adulto para profundizar el conocimiento de sí mismo y  poder aprehender su visión sensual del mundo,  en la que el erotismo juega un rol vital.  Sus trabajos anteriores fueron retratos, paisajes y formas geológicas que sugieren el acoplamiento sexual a la manera de cuerpos humanos.  Para esta muestra Pini analiza las tensiones eróticas que se crean entre los deportistas masculinos, en teoría heterosexuales, a partir de los movimientos del juego mismo y de ciertos gestos espontáneos, o la atracción física que ejerce un modelo masculino en un aviso de ropa.

Malcom Pozzi (1973, Buenos Aires) parte de distintas disciplinas hasta encontrar su lugar en el mundo del espectáculo como productor general, régisseur, guionista, escenógrafo y actor.  Su energía se expande como rayos en distintas producciones relacionadas a la moda, a la publicidad, a la música y al teatro. En este caso elegimos mostrar las fotos que tomó Jorge Miño de su diseño escenográfico de “El bosque encantado de Roberto”,  una obra teatral de Fernando Peña, en la cual Pozzi participó también como actor y productor general.  Penes inflados gigantes daban el tono del argumento y ubicaban a los actores en una suerte de bosque fálico.

A pesar de que la cultura griega clásica aceptaba la relación afectiva y sexual entre hombres  como una de las maneras de establecer vínculos enriquecedores, que permitían a los jóvenes del sexo masculino acceder a niveles mayores de comprensión y de sabiduría a través de sus mentores/amantes, no existió un término específico que definiese esta relación. Suponen algunos lingüistas que la palabra “homosexual” fue acuñada por Karoly Maria Benkert,
 un médico húngaro en 1869.   Otras Fuentes refieren el origen de esta palabra a un psicólogo alemán del mismo nombre.

Por mi parte, he elegido “homosexual” como definición etimológica de la necesidad de sexo y amor del hombre por el hombre por creer que otras definiciones acotan el sentido amplio de este término.

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