miércoles, 21 de octubre de 2015

Las calas

 de Cuentos Burgueses / Grupo Editor Latinoamericano /  Escritura de Hoy, 1993, como Alina Molinari, hoy Alina Tortosa

Las calas                                                                                                            A Hectorcito
                                                                                                                            In Memoriam

Fue en Santillana del Mar, en primavera, en el Parador de Gil Blas.  Sentada en la galería miraba distraída los arbustos de hortensias contra el muro mohoso de piedra,  y las calas a cada lado del portón que da a la calle.  Calas.  Las había visto por todas partes en Galicia, en los parques, en los jardines, contra los muros, calas y más calas.  Las había visto en Asturias, ya el borde del cáliz ajado, y ahora en Santillana, provincia de Santander.  No me gustan.  Los tallos altos, gruesos, las hojas grandes, carnosas, y la flor como una gran campanilla blanca con su largo pistilo amarillo.  Me recuerdan la muerte, el cementerio, y también las he visto en la capilla del colegio cuando era chica, tiesas en sus floreros.   Son feas, y morbosas.

Sin que yo lo hubiese visto acercarse,  de pie a mi lado me sonreía un hombre rubio de piel tostada y ojos azules.  Yo también le sonreí.

- ¿ Por qué no te gustan ?-  me preguntó.

¿ Cómo sabe lo que pienso ?  ¿Por qué me tutea ?, pensé.

Llevaba el pelo corto, las líneas profundas de su rostro denunciaban que había pasado mucho tiempo al aire libre.  Su sonrisa era contagiosa.           

- No son tan feas.   Mirá, el tallo es gracioso y el cáliz blanco es elegante.

Poco a poco lo fui reconociendo.  Creo que empecé por su acento porteño.  Supe que había visto antes la camisa a cuadros celestes chiquitos.    También había visto la corbata discreta a rayas sobre fondo azul.  Y si bien muchas corbatas se parecen, ésta me emocionó.  Y después sentí la colonia, esta vez fui yo quien le hizo una pregunta.

- ¿ Por qué tardaste tanto en volver ?  ¿ No sabías que yo necesitaba verte ?

- Donde yo estoy el tiempo tiene otra dimensión.

- Has envejecido, por eso no te reconocí enseguida.

- La única manera de poder llegar aquí era usar este cuerpo que me hubiese pertenecido, si hubiese seguido viviendo.

- Muchas veces me pregunté cómo  serías ahora y no lograba imaginármelo.

- Ya lo ves.

Los ojos azules sonreían,  algunos cabellos grises apagaban el rubio del pelo.

- Señora, ¿quiere usted pasar al comedor?


Abrí los ojos y vi a la mucama del parador que se agachaba a hablarme.  Debí haberme quedado dormida.  Miré el jardín, estaba desierto.   Los últimos rayos de sol alcanzaban las calas, iluminando los bordes de las flores.  Durante la comida  me acompañó el aroma de la colonia que no había sentido desde hace tanto tiempo, y el reflejo de unos ojos azules sonrientes.


viernes, 2 de octubre de 2015

Poetry came to me unawares

Poetry came to me
unawares
without my knowing
it could be
a life vocation

I was twelve
at the time
in Huerta Grande
walking back
from the village
with my siblings

I thought the words
describing Spring
in a candid rhyme
spontaneously

I had no inkling
no anticipation
of an ingrained
life vocation

no consciousness
of the gift

I had received.