Arte al día
internacional, 2008
César Paternosto /
Obras recientes
Galería Jorge Mara –
La Ruche, Buenos Aires
Por Alina Tortosa
Casi
nada
Cuando entramos en la
galería, el blanco de la faz de las telas, reforzado por el blanco de las
paredes de la elegantísima y extendida sala, nos devuelve la sensación de
vacío. Esta obra austerísima de Paternosto cuestiona nuestra percepción del
hecho artístico. Nos preguntamos cómo ha
sido posible para el artista sostener esta obra de una coherencia inusual a lo
largo de los últimos treinta años. No solamente trabaja una técnica
tradicional, sin haberse distraído con tantas opciones técnicas y estéticas
otras que se han dado durante el tiempo que ha transcurrido, si no que sus
obras tienden a parecerse entre sí a través del tiempo. ¿Es esto un exceso de candidez o el colmo de
la sofisticación? ¿Qué nos está contando el autor? ¿Es una abstracción mística o un relato
pragmático?
Es necesario recorrer
su historia, estudiar sus trabajos, leer sus escritos y apuntes para comprender,
sin lugar a dudas, que ese Casi nada[i] que vemos es el
resultado de convicciones profundas que ilustran y explican tanto el origen del
arte conceptual y minimalista occidental, como los diseños precolombinos.
Los títulos de algunas
de las obras expuestas, y otras anteriores, nos ayudan a acceder al origen de
sus motivaciones, conscientes e inconscientes.
César Paternosto nació
en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1931. De 1965 al 2004 vivió en Nueva York, año este
último en que se mudó a Segovia, España, donde vive y trabaja ahora. Si bien ha
mantenido los lazos afectivos y culturales que lo unen a su país de origen, no
podemos afirmar que su arte es visualmente representativo del Río de La Plata. Si
lo son su espíritu austero y la capacidad de lograr una obra de gran calidad
con pocos elementos.
A mediados de los 1960
el momento en Nueva York era propicio para el despojamiento, como lo anunció Barbara
Rose en su artículo ABCArt de
octubre, 1965, en Art of America. Paternosto captó el espíritu de la época en
sus telas al óleo en colores vivos de 1965, en los que líneas curvas en tonos
contrastantes recorrían el espacio graciosamente – Climax III, Merry go round, los
Sin título órficos, Orange, Infinito y otras. Después vinieron sus pinturas/objetos,
estructuras de borde ancho, hard-edged
o shaped canvases, en tonos unidos
fuertes, o en rayas anchas, también en tonos contrastantes, que presentó como
instalaciones de pared: Bermellón; Naranja,
magenta y azul; Duino y Solitude de 1966. Ese mismo año Alfred Barr compró Duino para la colección del MOMA. Esta
misma obra se expuso el año siguiente en la muestra colectiva: The 60’s Painting and Sculpture from the
Museum Collection, en el MOMA, claro.
Su producción de entonces se adelantó a algunas de las tendencias que
después se conocerían como la contribución específica de artistas de los
Estados Unidos.
En febrero de 1969 Paternosto pintó los cantos de una tela por
primera vez, dejando el frente de la tela en blanco. Iniciaba lo que llamó La visión oblicua. Si bien su obra
anterior ya lo ubicaba en el centro de la escena visual artística
contemporánea, el autor vivió en su momento esta evolución de su trabajo como
un pasaje ritual que redefinía absolutamente el sentido de su obra. Francisco
Calvo Serraller enfoca este tema en su ensayo: El canto de la luz, publicado originalmente en el catálogo de la
muestra del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, que se llevó a cabo en
2004 en Segovia, y vuelto a publicar en el catálogo de la muestra actual.
Este ejercicio de
pintar los cantos de las telas, poniendo el énfasis en lo que se ve
oblicuamente, obviando una visión frontal de la obra, nos recuerda la discusión entre Piet Mondrian y Van
Doesburg, sobre si las líneas que dividían sus obras en áreas debían ser
solamente verticales y horizontales, o podían cruzar la tela en diagonales.
Salvo durante un
primer periodo en el que Paternosto dibujó símbolos indígenas sobre fondos
oscuros o, mucho más tarde, después de sus viajes de investigación al norte de
Argentina, Bolivia y Perú en 1977, y a
Perú nuevamente en 1979, cuando restringió su paleta a una gama monocromática de
tierras y grises, que eran los grises arenosos del paisaje, sus
pinturas desde 1969 a hoy son en tonos vivos, la mayoría de las veces con gran
recurrencia de vastos espacios blancos.
En 1993 expuso por
primera vez la serie de esculturas
abstractas en cemento pigmentado: Pórticos
y Fachadas, en la muestra cuyo nombre representa bien la totalidad de su
obra: Abstraction as meaning, en la
galería Exit Art de Nueva York. Estas obras se inspiraron en ruinas antiguas,
como el Portal de la Luna, en
Tiwanaku en Bolivia, el Pórtico de Apolo,
en la isla de Naxos en Grecia, o en algunas de las esculturas de los Incas.
Que la Abstracción como significado haya sido
el eje de su obra, implica, como el mismo Paternosto lo ha dicho y escrito, una
gran obstinación de su parte. En
términos de composición musical, una disciplina muy afín a la producción
artística de este autor, sus trabajos se comprenden como un ostinato sostenuto. La investigación
profunda del autor para llegar al meollo
de sus expectativas lo ha llevado a despojarse de todo lo que no significaba,
de todo lo que no tenía una correlación estrecha con su búsqueda intensa de
sentido.
La gran paradoja de la
obra de Paternosto es que habiendo encontrado ya en los años 1960 cómo ir elaborando su obra en lo que fue el
ombligo del arte occidental moderno y contemporáneo, fue en Perú, años después,
donde encontró el sustento estético y conceptual que corroboraba ampliamente su
vocación por la abstracción.
En César Paternosto / Obras recientes, la
muestra que nos ocupa hoy, las obras son luminosas. Las telas blancas con cantos pintados en
distintos tonos en la gran sala nos recuerdan las composiciones musicales
atonales, en las que los silencios entre unas notas y otras irrumpen a distintos
tiempos en las frases de la partitura. Al
fondo, en un recorte de la sala, se ven temperas sobre papel plegado,
deliciosas producciones refinadísimas, como lo son obras anteriores de menor
tamaño en lápices de acuarela sobre papel, de la serie Hilos de papel, que se pueden ver en la trastienda.
Espero, entonces, haber
contestado mis propias preguntas. Estamos ante una obra sofisticada de gran
calidad, que nos cuenta, sotto voce, una
historia enraizada en la historia misma de nuestro continente. Estamos ante una obra empecinada, de vocación
genuina, que nos está contando elípticamente el origen de sistemas visuales
anteriores a las propuestas de vanguardia de los artistas europeos de
principios del siglo pasado, sin desmerecer en nada, claro, el aporte de estas
figuras seminales. Al contrario. El haber podido redefinir los orígenes de la
abstracción desde la historia precolombina liga a los artistas de todas
generaciones a una historia ancestral legítima.
[i] Next to nothing: Minimalist Works
from the Albright Knox Gallery, exposicion curada por
Claire Schneider en 1998. Paternosto
fue invitado a participar con su obra Sequential de 1972.
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