viernes, 17 de mayo de 2013

El paso del tiempo como preludio de la muerte: Diego Alexandre


Texto para la muestra de Diego Alexandre en Lila Mitre. Del 6 de septiembre al 20 de Octubre 2006

El paso del tiempo como preludio de la muerte


Diego Alexandre, presenta 9 cajas/soporte.  Son estructuras refinadas, objetos estéticos en espejo acrílico que reflejan el entorno y nos reflejan.  La puesta en escena es cuidada y sintética.

Sobre este soporte espejado, el autor ha trazado una cuadrícula grabada con Láser. Y usando la cuadrícula como referente espacial, trazó con una línea en rojo cadmio el devenir de un electrocardiograma que representa los latidos de su propio corazón.

Esta manera de ponerle el cuerpo a la obra, su cuerpo, dado que esas líneas que bajan y suben en elegantes recorridos geométricos son la representación física del fluir de su sangre, nos ponen sobre aviso que bajo la aparente asepsia de la obra, se deslizan otras referencias, que van más allá de lo estético para anclar en el terreno gris y nebuloso de la aprehensión.

La línea roja que describe el fluido de la sangre y las leds que se encienden y se apagan, ilustrando el movimiento que pulsa la sangre rítmicamente, cobran el sentido de una composición musical.  Las notas de esta partitura pueden ser armónicas, o pueden caer en la arritmia y el descontrol patológico.  Sabemos que cada tiempo de esta composición se puede resolver en un andante vivace o en un adagio elegíaco.

Y es esta última instancia la que lleva a Alexander a pensar estos trabajos.  Intuitivamente trató de resolver sus conflictos fóbicos ante el paso del tiempo que nos lleva hacia la muerte, por medio de este ensayo visual autobiográfico.

La factura obsesivamente impecable de sus trabajos, su incursión en la ingeniería electrónica y, en otros casos, en la mecánica, son impulsos vitales que lo distraen esporádicamente del destino aleatorio de nuestro sistema inmunológico.

Estas obras conmemoran el recuerdo punzante de instancias de dolor y de muerte que presenció en seres cercanos y amados, y lo exorcizan.  Resienten nuestra condición de mortales, a la vez que celebran nuestra capacidad de trascender los límites físicos de una realidad ineludible.

Alina Tortosa
Buenos Aires, mayo 2006

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