El sentido de
la identidad argentina desde Buenos Aires
Por Alina
Tortosa
Para Revista Contrastes, España
Buenos
Aires, 21 de enero, 2000
Quizá el cambio
más radical en la percepción de un artista porteño en los últimos veinte años,
sea el sentido mismo de la identidad.
Este cambio profundo, que tiene que ver con una vuelta de tuerca
psicoanalítica, tiene también que ver con el pensamiento posmoderno que
reconoce y admite las referencias a otras obras y las citas del trabajo de
otros artistas como parte de la
investigación y del proceso creativo de un artista contemporáneo. La capacidad
de aceptar las influencias y enseñanzas de artistas de generaciones anteriores,
estableciendo un diálogo estético y conceptual con su obra se ha dado desde el
final de los ochenta, lo que era impensable en el Buenos Aires de los años
sesenta. Lo que sucedía antes, la
reacción en contra de la obra de un
artista de una generación anterior, negándole todo valor, era también una forma de diálogo, no
reconocida como tal, una discusión violenta en la que se repetían los mandatos
freudianos de rebelión contra la figura paterna y una estructura de
comportamiento que aún se sostiene en la política.
Este cambio tiene
varias raíces. Por un lado,
irónicamente, fueron algunas de las muestras que se hicieron en el llamado
Primer Mundo desde una mirada euro
centrista o norteamericano centrista, haciendo exposiciones para
"promover" el arte latinoamericano, con criterios confusos y aleatorios desde la intención implícita, pero no
explícita, de acorralarlo en un espacio folklórico-político en el que el
talento y la creatividad quedaban acotadas a lo anecdótico. Esta voluntad de limitar al arte local dentro
de un cerco teórico extranjero se vio reforzada
por críticos e historiadores locales, cuya mirada estaba condicionada
por la necesidad de ubicar la obra que
veían dentro de cánones establecidos en los que las intenciones y los aportes
de la América Latina no eran reconocidos como tales, sino como reflejo absoluto
de un quehacer ajeno. Esta situación se
sigue dando en algunos enclaves locales de supuesto prestigio, que no ven la
obra de artistas locales sino desde de la producción de los artistas
reconocidos del Primer Mundo, o que viéndola no la valoran lo suficiente como
para cuidarla, tanto desde una curaduría
respetuosa o tomando los recaudos necesarios para su cuidado material.
Por otro lado, el
apoyo económico a la cultura en la España posfranquista y en México en los años
ochenta articuló un cambio en el polo de atracción que habían ejercido Europa y
los Estados Unidos sobre los artistas argentinos. El movimiento de peregrinación laboral hacia
estos dos países reforzó la reflexión en la propia lengua desde otra
mirada. Y, si bien, como reacción se
produce un acercamiento, a veces forzado, a las culturas amerindias, se
empiezan a establecer parámetros más ligados al propio entorno. Y, eventualmente, se distinguen esos
artistas que eligieron forzadamente una relación con culturas que también le
eran ajenas, de los que elaboraron proyectos con datos que tenían que ver con
su lugar mismo de residencia y con el
entramado cultural en el que se habían formado.
Otro dato central
a la apreciación de la obra de los artistas argentinos por artistas argentinos
fue el silencio forzado y la falta de registro del hacer de los artistas
durante el proceso militar (1976 - 1983).
Los jóvenes que se formaron en las escuelas y en los talleres de arte
durante ese período no tuvieron acceso suficiente ni a datos formales, ni a la
historia contada y discutida por las generaciones anteriores, lo que les enseñó
a valorar esa información que les había faltado por encima de cualquier
rebelión generacional.
La guerra de las
Malvinas también fue un hito importante en la comprensión del lugar que
ocupábamos en el mundo. Si algunos
porteños se sentían europeos antes del conflicto bélico del Atlántico Sur, los
acontecimientos demostraron que para el resto del mundo somos argentinos y
latinoamericanos.
En los noventa el
problema de la identidad dejó de ser una causa en cuestión, como lo era antes
en el Buenos Aires híbrido de extracción europea. Y si bien la argentinidad misma ha sido un
tema de uso y abuso desde el planteo estético de algunos artistas, hoy la
obra de los artistas más interesantes se relaciona con cuestiones básicas de la
vida cotidiana local actual y con historias de nuestro pasado que han
influenciado nuestro presente político y nuestro perfil psicológico.
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