viernes, 17 de mayo de 2013

Casi nada: César Paternosto


Arte al día internacional, 2008

César Paternosto / Obras recientes
Galería Jorge Mara – La Ruche, Buenos Aires

Por Alina Tortosa

Casi nada

Cuando entramos en la galería, el blanco de la faz de las telas, reforzado por el blanco de las paredes de la elegantísima y extendida sala, nos devuelve la sensación de vacío. Esta obra austerísima de Paternosto cuestiona nuestra percepción del hecho artístico.  Nos preguntamos cómo ha sido posible para el artista sostener esta obra de una coherencia inusual a lo largo de los últimos treinta años. No solamente trabaja una técnica tradicional, sin haberse distraído con tantas opciones técnicas y estéticas otras que se han dado durante el tiempo que ha transcurrido, si no que sus obras tienden a parecerse entre sí a través del tiempo.  ¿Es esto un exceso de candidez o el colmo de la sofisticación? ¿Qué nos está contando el autor?   ¿Es una abstracción mística o un relato pragmático?

Es necesario recorrer su historia, estudiar sus trabajos, leer sus escritos y apuntes para comprender, sin lugar a dudas, que ese Casi nada[i] que vemos es el resultado de convicciones profundas que ilustran y explican tanto el origen del arte conceptual y minimalista occidental, como los diseños precolombinos.

Los títulos de algunas de las obras expuestas, y otras anteriores, nos ayudan a acceder al origen de sus motivaciones, conscientes e inconscientes.

César Paternosto nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1931.  De 1965 al 2004 vivió en Nueva York, año este último en que se mudó a Segovia, España, donde vive y trabaja ahora. Si bien ha mantenido los lazos afectivos y culturales que lo unen a su país de origen, no podemos afirmar que su arte es visualmente representativo del Río de La Plata. Si lo son su espíritu austero y la capacidad de lograr una obra de gran calidad con pocos elementos.

A mediados de los 1960 el momento en Nueva York era propicio para el despojamiento, como lo anunció Barbara Rose en su artículo ABCArt de octubre, 1965, en Art of America.  Paternosto captó el espíritu de la época en sus telas al óleo en colores vivos de 1965, en los que líneas curvas en tonos contrastantes recorrían el espacio graciosamente – Climax III, Merry go round, los Sin título órficos, Orange, Infinito y otras.  Después vinieron sus pinturas/objetos, estructuras de borde ancho, hard-edged o shaped canvases, en tonos unidos fuertes, o en rayas anchas, también en tonos contrastantes, que presentó como instalaciones de pared: Bermellón; Naranja, magenta y azul; Duino y  Solitude de 1966.  Ese mismo año Alfred Barr compró Duino para la colección del MOMA. Esta misma obra se expuso el año siguiente en la muestra colectiva: The 60’s Painting and Sculpture from the Museum Collection, en el MOMA, claro.  Su producción de entonces se adelantó a algunas de las tendencias que después se conocerían como la contribución específica de artistas de los Estados Unidos.

En febrero de 1969  Paternosto pintó los cantos de una tela por primera vez, dejando el frente de la tela en blanco. Iniciaba lo que llamó La visión oblicua. Si bien su obra anterior ya lo ubicaba en el centro de la escena visual artística contemporánea, el autor vivió en su momento esta evolución de su trabajo como un pasaje ritual que redefinía absolutamente el sentido de su obra. Francisco Calvo Serraller enfoca este tema en su ensayo: El canto de la luz, publicado originalmente en el catálogo de la muestra del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, que se llevó a cabo en 2004 en Segovia, y vuelto a publicar en el catálogo de la muestra actual.  

Este ejercicio de pintar los cantos de las telas, poniendo el énfasis en lo que se ve oblicuamente, obviando una visión frontal de la obra, nos recuerda  la discusión entre Piet Mondrian y Van Doesburg, sobre si las líneas que dividían sus obras en áreas debían ser solamente verticales y horizontales, o podían cruzar la tela en diagonales.  

Salvo durante un primer periodo en el que Paternosto dibujó símbolos indígenas sobre fondos oscuros o, mucho más tarde, después de sus viajes de investigación al norte de Argentina, Bolivia y Perú  en 1977, y a Perú nuevamente en 1979, cuando restringió su paleta a una gama monocromática de  tierras y grises, que eran los grises arenosos del paisaje, sus pinturas desde 1969 a hoy son en tonos vivos, la mayoría de las veces con gran recurrencia de vastos espacios blancos. 

En 1993 expuso por primera vez la serie de  esculturas abstractas en cemento pigmentado: Pórticos y Fachadas, en la muestra cuyo nombre representa bien la totalidad de su obra: Abstraction as meaning, en la galería Exit Art de Nueva York. Estas obras se inspiraron en ruinas antiguas, como el Portal de la Luna, en Tiwanaku en Bolivia, el Pórtico de Apolo, en la isla de Naxos en Grecia, o en algunas de las esculturas de los Incas. 

Que la Abstracción como significado haya sido el eje de su obra, implica, como el mismo Paternosto lo ha dicho y escrito, una gran obstinación de su parte.  En términos de composición musical, una disciplina muy afín a la producción artística de este autor, sus trabajos se comprenden como un ostinato sostenuto.  La investigación profunda del  autor para llegar al meollo de sus expectativas lo ha llevado a despojarse de todo lo que no significaba, de todo lo que no tenía una correlación estrecha con su búsqueda intensa de sentido.

La gran paradoja de la obra de Paternosto es que habiendo encontrado ya en los años 1960  cómo ir elaborando su obra en lo que fue el ombligo del arte occidental moderno y contemporáneo, fue en Perú, años después, donde encontró el sustento estético y conceptual que corroboraba ampliamente su vocación por la abstracción.

En César Paternosto / Obras recientes, la muestra que nos ocupa hoy, las obras son luminosas.  Las telas blancas con cantos pintados en distintos tonos en la gran sala nos recuerdan las composiciones musicales atonales, en las que los silencios entre unas notas y otras irrumpen a distintos tiempos en las frases de la partitura.  Al fondo, en un recorte de la sala, se ven temperas sobre papel plegado, deliciosas producciones refinadísimas, como lo son obras anteriores de menor tamaño en lápices de acuarela sobre papel, de la serie Hilos de papel, que se pueden ver en la trastienda.

Espero, entonces, haber contestado mis propias preguntas. Estamos ante una obra sofisticada de gran calidad, que nos cuenta, sotto voce, una historia enraizada en la historia misma de nuestro continente.  Estamos ante una obra empecinada, de vocación genuina, que nos está contando elípticamente el origen de sistemas visuales anteriores a las propuestas de vanguardia de los artistas europeos de principios del siglo pasado, sin desmerecer en nada, claro, el aporte de estas figuras seminales.  Al contrario.  El haber podido redefinir los orígenes de la abstracción desde la historia precolombina liga a los artistas de todas generaciones a una historia ancestral legítima.

                                                                                                                                            

[i] Next to nothing: Minimalist Works from  the  Albright Knox Gallery, exposicion curada por Claire Schneider en 1998. Paternosto fue invitado  a participar con su obra Sequential de 1972.



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